El 27 de noviembre de 2021 participé en la séptima edición del congreso anual organizado por el Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad (MESO) con el título “Desarrollos Contemporáneos sobre Medios, Cultura y Sociedad: Argentina y América Latina”.
Mi presentación integró la mesa “Género, ciudadanía y medios en América Latina” junto con trabajos de Gabriela Sued y equipo (Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, México), Claudia Labarca, Ingrid Bachmann, Constanza Mujica y Daniela Grassau (Pontificia Universidad Católica, Chile), Belén Igarzábal (FLACSO Argentina) y un grupo integrado por Paola Ingrassia (CONICET/UNSJ), Celeste Gómez Wagner (CONICET/UNQ), Natalia Aruguete (CONICET/UNQ) y Ernesto Calvo (University of Maryland). La mesa, moderada por Eugenia Mitchelstein, fue una de dos instancias presenciales en un congreso realizado mayormente a distancia, en línea con los recaudos propios de la pandemia de COVID-19. La grabación en video está disponible acá: https://www.youtube.com/watch?v=Kfh00Dmu-Ds
Comparto a continuación un resumen y una versión editada de mi presentación.
Resumen
Las mujeres constituyen casi el 51% de la población de la Argentina, pero se ven afectadas por la pobreza, la discriminación y la violencia de manera desproporcionada a pesar de que la protección de sus derechos está garantizada constitucionalmente. La historia de las movilizaciones de mujeres en el país es larga, rica y diversa. En 2015, esa historia dio un giro significativo en reacción a un incremento alarmante de la violencia de género. A partir de entonces las mujeres expresaron sus reclamos con una persistencia y una fuerza crecientes en las calles y en redes sociales. Pero la pandemia de COVID-19 exacerbó la desigualdad de género preexistente y se constituyó en un obstáculo para la organización de movilizaciones colectivas en espacios públicos. Desde marzo de 2020, cuando se implementó una cuarentena obligatoria en todo el país, las mujeres han llevado adelante aproximadamente el 75% de todos las tareas domésticas y de cuidado no remuneradas; sus intervenciones públicas en redes sociales han estado signadas por agresiones y abusos machistas; y la violencia de género aumentó (Amnesty International, 2021; Bergallo et al, 2021; Gibbons et al, 2020).
En este contexto, el proyecto “Mujeres y micro-tecnopolíticas de la participación: prácticas comunicacionales cotidianas, ciudadanía digital y democracia en Argentina” (financiado con una beca Marie Sklodowska-Curie de la Unión Europea) investiga las prácticas comunicacionales cotidianas que las mujeres en Argentina movilizan en pos de justicia de género en tiempos de ciudadanía digital.
A partir de una encuesta cualitativa implementada en línea analizo las prácticas comunicacionales que las mujeres argentinas han desplegado en pos de justicia de género durante la ‘covidianidad’ -la vida cotidiana en pandemia, según la investigadora mexicana Rossana Reguillo (2021). La encuesta (consistente en dos rondas completadas en junio y agosto de 2021) fue dirigida a toda persona que se identifique como mujer, sea mayor de 18 años y resida en Argentina. La recolección de datos se realizó utilizando la herramienta digital Sogo Survey.
La primera ronda de la encuesta fue respondida por 51 personas con edades de 22 a 75 años y residencia en la Ciudad de Buenos Aires y en seis (6) de las veintitrés (23) provincias argentinas. El análisis de las respuestas revela detalles respecto de cómo se conciben el activismo y/o la militancia por los derechos de las mujeres, la escasez de tiempo libre y de descanso común a muchas a pesar de sus diferentes situaciones de vida, el amplio conocimiento acerca de los problemas que afectan a los mujeres y las diversas maneras de pensar y poner en acción estrategias comunicacionales para encararlos en el día a día.
Presentación (versión editada)
Esta presentación es producto del proyecto “Mujeres y micro-políticas de la participación: prácticas comunicacionales cotidianas, ciudadanía digital y democracia en Argentina”, financiado por el Programa de Investigación Horizonte 2020 de la Unión Europea mediante una beca Marie Curie para el período 2020-2023. La beca es administrada por mi empleador, la Universidad de Jönköping en Suecia. Por medio de un acuerdo con la Universidad de Quilmes en Argentina, Martín Becerra es mi mentor y supervisor local (tarea que generosamente desempeña ad honorem puesto que la beca no contempla honorarios por su tarea).
Las preguntas que guían la investigación son:
- ¿Qué prácticas comunicacionales cotidianas movilizan las mujeres argentinas en pos de justicia de género en tiempos de ciudadanía digital y pandemia?
- ¿En qué consisten esas prácticas, y cómo se desplegaron en una vida diaria marcada por la pandemia y las restricciones resultantes?
- ¿Qué obstáculos enfrentan las mujeres al desplegar esas prácticas?, y
- ¿De qué manera contribuyen esas prácticas a la resolución democrática de los reclamos que las mujeres expresan?
Mi trabajo de campo propiamente dicho empezó en junio de 2021. Desde entonces he recolectado datos por medio de una encuesta cualitativa en línea realizada en dos rondas, una en junio y otra en agosto, y de una serie de entrevistas cara a cara realizadas en ciudad y provincia de Buenos Aires, Rosario y Resistencia. Planeo además hacer entrevistas en Trelew en los primeros meses del 2022, y en Mar del Plata y la Plata específicamente dentro de la provincia de Buenos Aires. La selección de las localidades más allá de la ciudad de Buenos Aires corresponde a las cinco últimas sedes del Encuentro Nacional de Mujeres. Elegí este criterio para acotar mi trabajo de campo teniendo en cuenta que los Encuentros podrían o no haber dejado una huella en las ciudades que lo alojaron.
La encuesta, dirigida a toda persona de 18 años o más que se identifique como mujer y resida en Argentina, fue voluntaria y anónima y cumplió con el requisito del consentimiento informado. La muestra se auto-seleccionó. Esto es, las personas eligieron participar al toparse con la invitación, que fue distribuida mediante una variedad de canales digitales. En la segunda ronda funcionaron muy bien el “boca a boca” digital y la incorporación de WhatsApp para diversificar y aumentar la circulación.
Sumando ambas rondas (junio y agosto), obtuve respuesta de 158 personas que se identifican como mujeres, de 20 a 78 años de edad, residentes en 13 de las 23 provincias argentinas y en la ciudad de Buenos Aires. Una limitación de esta metodología en términos de alcance (que las entrevistas me ayudan a subsanar) es que la encuesta no fue respondida por personas que se encuentran en situaciones especialmente vulnerables.
Los datos y el análisis que comparto a continuación corresponden a la primera ronda de la encuesta, respondida por 51 personas de 22 a 75 años residentes en ciudad de Buenos Aires y en 6 de las 23 provincias. En tanto esta ronda se consideró un ‘lanzamiento blando’, destinado a probar la encuesta más allá del testeo piloto, su difusión fue limitada.
Dado que el trabajo de integración del análisis de las dos rondas, y de triangulación con las entrevistas, lo estaré realizando recién en 2022, las que siguen son consideraciones preliminares, sujetas a ajustes.
El 51% de las encuestadas se considera activistas o militantes por sus derechos en un sentido pleno, el 27% se considera activistas o militantes en parte, y el 22% no se considera como tales. Sin entrar en detalles, les adelanto que las explicaciones de por qué las participantes se auto-categorizan así son fascinantes: hay mucha “tela para cortar”, analíticamente hablando, para comprender en qué consiste el activismo cotidiano.
La totalidad de las encuestadas en esta ronda posee acceso a Internet, y la mayoría accede en sus casas como vía sus teléfonos celulares.
El 96% declaró utilizar redes sociales, y las que más utilizan son WhatsApp, Instagram y Facebook. Twitter se usa bastante menos, tendencia que tanto la segunda ronda y las entrevistas confirman.
Presentados estos datos contextuales, me concentro a continuación en las respuestas de las entrevistadas a dos preguntas. Para cada pregunta incluyo una selección de respuestas, destacando los elementos de las mismas que encuentro más relevantes en negrita.
- ¿Cómo cambiaron tus maneras cotidianas de comunicarte durante la pandemia de COVID-19? (pregunta 45)
- Perdimos la realización de talleres en los barrios, las entrevistas personales.
- Las reuniones son ‘virtuales’. Esto dificulta terriblemente la dinámica dialógica y la posibilidad de construcción conjunta (…) en oportunidades no conocés las caras de las personas con las cuales estás conversando (por la dificultad con los datos, con la cámara, etc.).
- En los momentos de mayores restricciones, adoptamos el uso de las plataformas. Algo que en el círculo fliar. o de amigas más cercanas abolimos cuando podemos volver a la presencialidad.
- Es más limitado. Más celular y zoom.
- El uso de pantallas es permanente, y agotador. Padezco tecnoestrés.
- Drásticamente. Me obliga a usar sólo los medios.
- Dejé de ir a marchas.
- Todo se volvió ‘no presencial’. (…) Esto tiene claras desventajas, pero se puede aprovechar también. (…) Obligó a tomar más contacto con las posibilidades de la red.
- No hay espacios de conversación presencial y eso hace muy rígida y conflictiva la conversación, dificulta mucho la construcción.
- Tuve que reducirme a solo comunicarme a través de redes sociales.
- La tecnología y las redes sociales se convirtieron en esencial. Creo que lo único que hice (casi) fuera de casa fue ir al congreso para la sanción de la IVE.
- Hablo mucho más por el celular (WhatsApp) y c/vez tengo menos ganas de hablar mediante un dispositivo.
- ¿Cómo afectó la pandemia de COVID-19 a aquellos problemas que afectan a las mujeres que te llevan a movilizarte? (pregunta 46)
- Los agravó.
- Empeoraron. Las tareas de cuidado aumentaron. La carga es enorme. Muchas mujeres dejaron sus trabajos o fueron desvinculadas por falta de medios para sostener menores en la casa.
- Las aisló, les hizo perder recursos económicos. Aumentó su vulnerabilidad.
- Se profundizó la inequidad distributiva en términos de empleo, especialmente en trabajadoras domésticas y cuidadoras y aún más profundamente en quienes no están registradas.
- El servicio doméstico, mayoritariamente femenino, estuvo prohibido durante muchos meses de 2020. Y hubo abusos por parte de los empleadores que no podían vivir sin este servicio.
- Las más vulnerables, las trabajadoras informales, las desocupadas, muchas se quedaron sin viviendas siendo sostén de familias.
- Disminuyeron los servicios de salud.
- Está comprobado que hubo un aumento de casos de femicidios y de violencia doméstica. Que se incrementaron los divorcios y peleas en el interior de los hogares.
- Muchas mujeres tuvimos que hacernos cargo de familiares, del cuidado de los hijos, el trabajo doméstico y las que teníamos suerte de conservarlo, también el trabajo.
- La falta de presencialidad escolar complicó mucho el trabajo de las mujeres.
- Tengo menos espacios presenciales para compartir con otras mujeres, para hacer catarsis y acompañarnos.
- Estamos conviviendo la totalidad del día con el espacio doméstico. Volvimos al lugar del que tantas lucharon para poder salir pero con doble trabajo.
- Cargamos más con tener que repartir el tiempo en casa entre trabajo online, tareas domésticas y las que tienen hijos, trabajar con ellos en casa y encima acompañarlos en sus estudios a distancia.
- Marchar es riesgoso y la agenda de género pasó a un segundo plano así que es todo más difícil.
- Se invisibilizaron las situaciones, no se encontraban maneras de ponerle palabra.
- Pasaron a un segundo plano. No hay marchas masivas, o sea, menos visibilización y algunos problemas empeoraron.
- Se volvió mucho más difícil dar visibilidad por fuera de las redes sociales.
- Hacer reclamos virtuales es mucho más difícil y también salir de situaciones de riesgo.
- Estamos encerradas, aisladas, limitadas y sin poder salir a la palestra. De lo único que se habla es de Covid en general.
- Aquellas que no tienen web se les hace muy difícil comunicar.
- Déficit de herramientas y dispositivos informáticos y comunicacionales.
¿Qué nos dicen esas respuestas, según mi análisis?
En lo que respecta a las maneras cotidianas de comunicarse, durante la covidianidad se tornó obligatorio y esencial incorporar las tecnologías digitales y, si bien las encuestadas identifican ciertos aspectos positivos derivados de este cambio acelerado, en general lo viven como problemático.
Hay una preocupación por la dificultad para acceder a las herramientas digitales que enfrentan otras mujeres, y por el hecho de que la comunicación vía redes sociales es un modo insuficiente y dificultoso con el cual intentar visibilizar problemas y hacer reclamos. Hay un querer deshacerse de, o descansar de, el predominio de la virtualidad.
En lo que respecta a los problemas que afectan a las mujeres y el impacto que tuvo sobre ellos la pandemia, las respuestas señalan graves desigualdades entre las mujeres más vulnerables, que perdieron sus formas de ingreso o debieron trabajar en condiciones abusivas y en algunos casos perdieron los hogares que alquilaban, y aquellas con más recursos, que conservaron sus trabajos y sus hogares, pero se vieron sometidas a una sobrecarga inédita de tareas en un espacio reducido. Aparece una doble dificultad impuesta por la compresión del espacio (hogares de usos múltiples, incluyendo el trabajo y lo escolar) y la escasez de tiempo para lidiar con la superposición de tareas de cuidado, quehaceres domésticos, responsabilidades laborales y compromisos cívicos.
En este contexto, las tecnologías de la información y la comunicación son usadas y pensadas con ambivalencia. Son consideradas centrales para trabajar, para organizar logísticas cotidianas (encargar compras, pagar servicios, etcétera) y para el contacto con familia ampliada y amigas frente al distanciamiento preventivo obligatorio.
Se las percibe como causa y como consecuencia de ciertos cambios en prácticas preexistentes impuestos durante la pandemia. Se las experimenta como límite de lo posible más que como posibilidad, y como pérdida al menos parcial de la riqueza, la potencia y la plasticidad que las encuestadas les asignan a los encuentros presenciales -no solo a las marchas o movilizaciones callejeras, sino también, por ejemplo, a los encuentros con amigas para compartir experiencias y acompañarse, o con colegas o compañeras para conversar y co-construir soluciones.
Las encuestadas afirman que visibilizar los problemas que afectan a las mujeres en Argentina se tornó dificultoso al no poder sumar acciones grupales o colectivas en el espacio público a los reclamos enunciados en redes sociales, y sostienen que el predomino del COVID-19 como tema excluyente relegó a un segundo plano a la desigualdad y la violencia de género.
En suma, las encuestadas dan cuenta de más retrocesos que avances en la situación de las mujeres, y de una relación compleja con las tecnologías de la información y la comunicación. Habrá que observar cuidadosamente cuáles de los cambios en los usos de estas tecnologías característicos de la pandemiase normalizan y cuáles se transforman cuando la covidianidad, por fin, dé paso a una nueva etapa.
Referencias
Amnesty International (2021) Amnesty International Report 20/21: The state of the world’s human rights. London: Amnesty International.Gibbons, A., Murphy, T. and Rossi, M. (2021) “Confinement and Intimate Partner Violence: The Short-Term Effect of COVID-19”. Inter-American Development Bank.
Mansbridge, J. and Flaster, K. (2007) The Cultural Politics of Everyday Discourse: The Case of “Male Chauvinism”. Critical Sociology 33, 627–660.
Reguillo, R. (2021) “Escenarios, algoritmos y ecosistemas complejos: investigar la comunicación en la covidianidad”. Disponible en https://www.facebook.com/amicmx/videos/conferencia-magistral-dra-rossana-reguillo-escenarios-algoritmos-y-ecosistemas-c/677674649780468/