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Violencia digital: ¿qué hacer?

By 13 agosto, 2021agosto 20th, 2021Blog

En Activismos tecnopolíticos. Constelaciones de performance, la artista e investigadora Marcela Fuentes reflexiona sobre el funcionamiento de los hashtags a partir de ideas planteadas años antes por la experta José van Dijck. Eso estoy leyendo cuando me llega la noticia de que la legisladora Ofelia Fernández decidió cerrar su cuenta de Twitter en respuesta a la violencia sufrida allí.

La violencia digital no es nueva. En 2019, Amnistía Internacional publicó un informe que da cuenta de su gravedad y sus características a partir de la experiencia de las mujeres argentinas que se manifestaron a favor del derecho al aborto durante el debate por la legalización que tuvo lugar en 2018. Aquellas mujeres con altos niveles de exposición pública que ocuparon roles comunicacionales ‘nodales’ durante el debate debieron lidiar con agresiones, amenazas, insultos y declaraciones estigmatizantes. Como consecuencia, experimentaron ataques de pánico, estrés o ansiedad; perdieron autoestima o confianza; y/o sintieron miedo a salir a la calle. El informe de 2019 se refiere a las diversas redes sociales, pero Amnistía Internacional ha documentado además la responsabilidad específica de Twitter en este estado de cosas y cómo sus políticas vulneran, por omisión, el derecho de mujeres y disidencias a expresarse con igualdad, libremente y sin miedo.

En La cultura de la conectividad: una historia crítica de las redes sociales van Dijck también le dedica un capítulo a Twitter. Allí analiza la centralidad de los hashtags, en tanto etiquetas híper-linqueadas, como elemento central en la economía afectiva de la red social. En 2008 Twitter introdujo los ‘temas tendencia’, un listado determinado algorítmicamente que muestra los hashtags más populares a nivel global o nacional. El algoritmo que crea el listado prioriza la intensidad por sobre la relevancia, y por ende cataloga como ‘tendencia’ no a los hashtags más usados sino a aquellos que se replican más rápidamente. Tal como explica Marcela Fuentes, ese tecnicismo posiciona a las usuarias de Twitter que poseen grandes cantidades de seguidorxs -personas influyentes- en una posición privilegiada para generar ‘tendencias’.

Según una investigación realizada por Comunicación para la Igualdad publicada en enero de 2021, la cuenta de Twitter de Ofelia Fernández que ya no existe se caracterizaba por su buen rendimiento en términos de las interacciones que generaba (“me gusta” y retuits) y por la violencia dirigida a su titular (agravios y discursos de odio, incluyendo acciones coordinadas). Tal como sostienen los investigadores Natalia Aruguete y Ernesto Calvo, las formas organizadas de violencia en redes sociales constituyen modos de intervención política cuyo objetivo es expulsar a determinadxs usuarixs de la red.

La investigación de Comunicar Igualdad señala que Ofelia Fernández era seguida en Twitter por 231.000 personas, y este dato es fundamental. Como bien señala José van Dijck, la socialidad en línea está hecha tanto de personas influyentes como de quienes les siguen. Optar por salir de una red social es una solución terminante pero efectiva para interrumpir la violencia experimentada allí, y desde la perspectiva del  sufrimiento padecido por Ofelia Fernández a nivel personal no cabe cuestionarla. Pero su salida de Twitter implica un costo conectivo con consecuencias colectivas: al cerrar su cuenta, perdió no solo la data creada a partir de sus interacciones a lo largo del tiempo, sino a su red de seguidorxs y la posibilidad de influir en ciertos debates a futuro a partir de movilizarlxs. ¿Bastan sus perfiles activos en Instagram, con 472 mil seguidores, y de Facebook, con 52.300 seguidores, para compensar la pérdida? Dado el poder de marcar agenda a nivel político y periodístico que caracteriza a Twitter en Argentina, esa es una pregunta abierta.

Los ataques en línea contra mujeres y diversidades constituyen un problema estructural que es responsabilidad de diversos actores sociales -en particular del Estado, los propietarios y administradores de las plataformas digitales en el sector privado, y aquellos medios periodísticos que se hacen eco irreflexivamente de ciertos ataques en línea. Pero, a la par que se redoblan los esfuerzos por denunciar la situación y reclamar soluciones efectivas al problema por de esos actores sociales, urge identificar estrategias de transición que permitan a las mujeres influyentes preservar el diálogo con sus seguidorxs e interlocutorxs cuando toman la drástica decisión de abandonar sus redes sociales. ¿Quizás invitándolxs a suscribirse a un newsletter digital que funcione a modo de ‘cuarto propio conectado’, como sugiriera la especialista española Remedios Zafra?

ilustración del diseñador gráfico Shane Mc Intyre, con base en Dublín, originalmente publicada en The Independent.